Por un momento dejó que su mente volase, abstraída en un mar de pensamientos; recostada en la cama miró los juguetes dispuestos en el estante junto a la ventana hexagonal del altillo. En silencio los contempló uno a uno: la muñeca de trapo con el pelo de lana roja, el corazón de peluche, la estrellita de vidrio azul, el pequeño cofre de madera… en él detuvo la mirada unos instantes para luego cerrar los ojos.

Me siento una rana, hechizada, ¿dónde está mi príncipe para que me bese? Voy a morir croando… hoy parece que hasta el cielo conspira en mi contra, ¿y las estrellas?, ya ni una queda... una a una fueron apagando su luz dejándome sumergida en esta oscuridad que se me hace eterna —Suspira—, si tan solo te dieras cuenta que sigo esperando tus besos y tu amor eterno… ¿será acaso otra vida la nuestra?, la de nuestro amor invencible… una lágrima asoma y se confunde en el agua oscura que la rodea, ¿será? Que el universo se apiade de mi pesar… Mañana con la llegada del sol, un príncipe vendrá a mi charco… sí, tal vez, un nuevo aliento de esperanza…

—¡Némesis la cena está lista! —A desgano abrió los ojos y dio un par de vueltas en la cama, ¡no tenía hambre! Intentó incorporarse pero le ganó el cansancio; cerró los ojos y con un nuevo impulso se puso de pie. Se calzó las sandalias con plumas rosa, se alisó el vestido de princesa y dio unos pasos hacia la puerta…

Extraido de Akasha - La tribu de los espíritus - Capítulo 1: "Inicio".